Quizás soy una insensata por declarar que "no tengo miedo a hablar en público" en un país donde es algo habitual sentir cierta ansiedad cuando se trata de exponernos ante un público.
Y desde luego no es porque no me hayan ocurrido situaciones complicadas hablando en público. El prólogo de
"¿Estás comunicando?" incluye una buena relación de experiencias propias en las que, ante un incidente, he sabido salir del paso y considerar la situación como una "experiencia" y no un "fracaso".
Será porque la Programación Neurolingüística (PNL) así me lo ha enseñado el hecho es que mi lenguaje no incluye muchas de las palabras que a veces usamos para referirnos a las dificultades para hablar en público: "miedo escénico", "enfrentarse a un público", "fobia social", etc...
Hace un tiempo, en un curso de Oratoria con PNL de la
Escuela Europea de Oratoria me encontré con los cuatro casos que pueden darse a la hora de gestionar el miedo a hablar en público:
1) La persona que NO se apunta a un curso de Oratoria: tiene muy claro que no le gusta hablar en público, le da igual que sea importante o no para ella en su profesión y no está dispuesta a cambiar eso. "Hablar en público no es para mí", "yo no soy de hablar en público", dirá, y nunca se apuntará a un taller de este tipo.
2) La persona que SÍ se apunta a un curso de Oratoria y, tres días antes de hacer el curso, aún habiéndolo pagado, NO lo hace. Triste, ¿no? Es consciente de que necesita hablar en público, en un momento dado se decide a apuntarse, pero cuando llega la fecha... el miedo se apodera de ella y, al no saberlo gestionar adecuadamente, se retira. Bueno, esperemos que en otra ocasión pueda gestionarlo y venir a clase.
3) La persona que SÍ se apunta a un curso de Oratoria y viene. En él se da cuenta de que a los demás participantes les pasa algo semejante a ella: nervios, cierta ansiedad, sensación de incomodidad... sin embargo, según va transcurriendo el curso se van encontrando más a gusto y son capaces de disfrutar poco a poco del escenario. Son personas que aprenden a gestionar el miedo "desmitificando" lo que es hablar en público, integrando en sí los conocimientos que se tratan en la clase. Cuando el curso termina se encuentran satisfechos de su evolución, su autoestima ha subido y quieren seguir haciendo talleres de este tipo y practicar lo que se les ha explicado.
4) La persona que SÍ se apunta a un curso de Oratoria, viene, y a las dos horas de comenzar se quiere ir. Tengo que decir que nunca me había ocurrido (siempre pasan cosas nuevas cuando hablamos en público). El participante me explica que no puede soportarlo, que está muy nervioso, que siente una presión muy grande en el pecho (eso no lo dice con su lenguaje verbal pero sí con su gesto pues mientras habla conmigo se toca la zona) y que quiere irse. Yo le indico que si quiere irse puede hacerlo, y que podrá hacer el curso más adelante si quiere, por el precio que ya ha pagado. Pero le pido algo: le pido que me conceda dos horas más; dos horas donde voy a realizar un ejercicio de Programación Neurolingüística (PNL) y explicaré parte de la teoría de PNL aplicada a la Oratoria. Si cuando corresponda hacer la próxima práctica quiere irse, se irá. El participante accede y... ¿sabéis qué ocurrió? que no se fue. Que se quedó e hizo el curso como cualquiera de los demás. Y salió contento, contento de haber sabido gestionar su miedo y consciente de que debe seguir trabajándolo en el futuro, pero con una autoestima muy grande al reconocer: "PUEDO HABLAR EN PÚBLICO".
Aprendo cada día cuando doy clase pero ese día me llevé un aprendizaje muy especial. Comprobé lo que tantas veces yo he inculcado en mis alumnos: "si queremos podemos" y con ayuda de la PNL ese participante consiguió gestionar su miedo y hacer el curso.
Por supuesto, cualquiera de las cuatro opciones es respetable y yo nunca le voy a decir a alguien que haga algo que no quiere, aunque si alguien necesita mi ayuda allí estaré para ayudarle.
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