domingo, 16 de noviembre de 2014

Por favor, no jueguen con mis emociones - El cuento de Pedro y el lobo


Hace unos días nos vendieron este vídeo como real: un niño salvaba a su hermana de los francotiradores en Siria. Yo me conmoví, como tantos otros, con la noticia, y lo tuiteé. Hoy, la información aparece en el diario El País: el vídeo no es real. Los niños son actores malteses, se ha grabado en Malta y su director, el noruego Lars Klevberg, lo realizó como él mismo indica: 

 "Con la publicación de un vídeo que pareciera auténtico buscábamos aprovecharnos de una herramienta que se utiliza en la guerra, hacer un vídeo que pareciera real. Queríamos ver si el vídeo llamaba la atención y generaba debate, sobre todo sobre los niños y la guerra. También queríamos ver cómo respondían los medios de comunicación"

La verdad es que, tanto los medios de comunicación como los "tuiteros de a pie" acogimos el vídeo pensando que era real, moviendo nuestras emociones y nuestra sensibilidad. 

Pero no es la primera vez que ocurre ni será la última porque cada vez es más difícil saber si la noticia o el vídeo que estamos leyendo o viendo es real o no. 


Hace unos días la noticia viral era que una combatiente kurda se había suicidado, con la última bala que le quedaba, antes de caer en las manos de los terroristas del Estado Islámico. La historia tenía el nombre real de una joven de 19 años. Yo me conmoví y lo iba a tuitear. Buscando más información sobre el tema resultó que no era verdad. La joven cuyo rostro aparecía en la información previa sí era combatiente kurda pero no era cierto que se hubiera suicidado. Me alegré por ella, por supuesto, pero me molesté por la desinformación creada. 

Hace un mes pudimos leer como el grupo terrorista Boko Haram había llegado a un acuerdo con el gobierno de Nigeria para liberar a las más de 200 niñas secuestradas en primavera. La noticia era un alivio, y yo esperaba con ganas la información de que ya estaban en sus casas. Me imaginaba las imágenes de las pequeñas regresando con sus familias. Pero esto no ha ocurrido porque la información de nuevo no era real. Boko Haram ha declarado que las chicas están vendidas y casadas y distribuidas en otros países de la zona y que su regreso es imposible. 

Ante toda esta sarta de mentiras que leemos o vemos en Internet, como persona me siento defraudada por una tecnología que ha revolucionado la manera de hacer información pero, por otro lado, juega con mis emociones según quien elabore y emita dicha información. Se acabaron los tiempos en los que uno se creía las cosas porque las había visto en la televisión: "lo han dicho en la tele", decíamos, como si eso fuera verídico simplemente porque la caja tonta así nos lo había contado. "Lo pone en el periódico", indicábamos, como si eso tuviera que ser verdad porque estaba impreso. 

Pero hoy no, llega Internet y cualquiera puede ser "periodista" y emitir información al mundo entero. Solo tienes que hacer bien la pantomima para que cualquier televisión se haga eco de un vídeo tremendista o para que los tuiteros lo difundamos a mansalva. 

Como periodista, ahora que nuestra profesión está como "relegada" porque hoy en día todo el mundo pueden jugar a serlo, reivindico valores que el periodismo lleva consigo, como la credibilidad y la comprobación de las fuentes.

Quizás hoy en día una nueva tarea puede ser desempeñada por los medios de comunicación y los periodistas que trabajan en ellos: desentrañar la verdad de cualquier cosa que se publica en Internet y mostrar al mundo si es real o no. 

Porque si no, llegará un momento en el que no nos creamos nada. Y ante la noticia de la joven Brittany Maynard, enferma terminal que decidió quitarse la vida en EEUU (DEP) pensaremos que a lo mejor era solo una artimaña publicitaria que cualquier día nos revelarán y que la joven es una modelo pagada para hacer un papel para "sensibilizar" a la sociedad. 

Nos va a pasar como en el cuento del Pedro y el lobo. Tanto avisaba Pedro de que el lobo venía a comerse sus ovejas que, al final, cuando vino, nadie le creyó. Y mientras tanto, nuestras emociones sufren los vaivenes de una información sin contrastar, tras otra, que nos puede llevar a una insensibilidad total. Sres publicitarios y directores de cine: la información ya es suficientemente dura como para que nos preparen sobresaltos adicionales. Creo yo. 

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