Ha tenido que suceder una desgracia como la de Japón para que de nuevo se replantee la seguridad de las centrales nucleares. Los que no somos partidarios del empleo de este tipo de energía llevamos muchos años hablando del riesgo que supone emplearla. Hace años pude visitar la central nuclear que hay cerca de la ciudad de San Petersburgo, en Rusia, igual a la que tuvo el accidente de Chernóbyl. Los periodistas que estuvimos allí comprobamos como los directivos de la central no tenían un plan de seguridad claro y así no fueron capaces de responder a las preguntas que los reporteros occidentales nos atrevíamos a hacer.
Ayer, miembros del Consejo de Seguridad Nuclear indicaban que un accidente como el de la central japonesa aquí no podría pasar porque no tenemos riesgo sísmico. Y la pregunta es... ¿tampoco tenemos otro tipo de riesgo? Aquí no puede haber un atentado terrorista en una central nuclear, ¿no? ¿estamos seguros? En 2002, miembros de Greenpeace se mezclaron entre el personal de la central nuclear de Zorita y se subieron a su cúpula, como se puede observar en la fotografía que acompaña este texto. ¿Esa es la seguridad de nuestras centrales?
Que Ángela Merkel haya decidido tomarse en serio el tema nuclear e imponer una moratoria en su país, ¿no debería ser suficiente razón para tomar medidas aquí también? ¿somos más listos que los alemanes? ¿desde cuándo?
Espero que la triste y terrible tragedia de Japón, cuyas consecuencias van a ser más dramáticas de lo que podemos pensar, nos sirva al menos para reflexionar sobre si nos merece la pena correr el riesgo, no sólo de tener centrales nucleares en nuestros países, sino también de que por nuestros océanos estén viajando submarinos nucleares que, en cualquier momento, también pueden tener algún problema. El riesgo nuclear está en cualquier lugar.
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