El tema sonaba difícil cuando lo supimos. Una camarera de hotel acusaba de violación a un gran jefazo del Fondo Monetario Internacional. La chica parecía tener todas las de ganar puesto que contaba algo terrible que le había sucedido mientras el aludido se escudaba desde el principio en que había sido "una relación consentida". Luego se comentó que el personaje había contratado a uno de los mejores abogados de Estados Unidos, especializado en sacar trapos sucios sobre las víctimas para desacreditarlas y que se desestimara el caso. Así ha sido. La mujer había mentido para entrar en el país -qué extraño cuando alguien está desesperado por salir del suyo- también había mentido en algunas declaraciones. Y claro, eso es más grave que el hecho de la violación. Aunque se haya visto que el personaje no es más que un desviado que va proponiendo sexo a las recepcionistas de los hoteles o pellizca el culo a las azafatas en los aviones.
Este individuo que con su poder cree que puede "coger", en el sentido más argentino de la palabra a quien quiera, no merece estar libre, y la resolución judicial es una vergüenza, en mi opinión, para la defensa de las libertades de cualquier mujer en el mundo. Esto ha ocurrido en un país "civilizado" como es Estados Unidos, donde se supone que la justicia realmente lo es; sin embargo se ha vuelto a demostrar, como ya ocurrió en el caso de Bill Clinton que, la opinión pública norteamericana puede aceptar una violación o un adulterio, pero una mentira no.
Desgraciadamente una vez más el dinero y el poder han vencido. En este caso, las víctimas somos todas las mujeres que cuando nos violan, nos ultrajan, nos acosan, etc por serlo, siempre tenemos que demostrar que es verdad lo que decimos. ¡Poner en duda a la mujer siempre es más fácil! Lamentablemente.
Etiquetas: género, mentira, mujer, opinión, violencia de género