viernes, 13 de enero de 2017

¿Y si Obama me decepciona?

Yo estaba preparando un libro de Oratoria en general, cuando leyendo y viendo discursos de diferentes oradores un senador estadounidense llamó mi atención. Su manera de hablar, su espléndido uso de los silencios y su buena gestión de emociones llamaron mi atención. Su nombre era extraño: Barack Hussein Obama. Me conquistó de tal manera que lo que iba a ser un libro de hablar en público se convirtió en una publicación sobre Barack Obama. Como suelo decir, él iba ganando puestos en la política americana e iba ganando espacio en mi texto, de manera que, sin quererlo de manera expresa, me vi publicando el primer libro en español sobre la Oratoria del presidente de Estados Unidos. 

Leí más de 300 discursos de Obama antes de que fuera presidente, sus libros: "Los sueños de mi padre" y "La audacia de la esperanza", y me fui cerciorando poco a poco, de que estaba ante una persona especial, un ser humano con unos principios y valores increíbles. Supe, a través de mi investigación sobre su persona, que Barack Obama cuenta con una inteligencia emocional excepcional, fruto, en parte, de la educación que le dio su madre, activista de derechos civiles; una mujer blanca que se casó con un negro cuando en muchos estados de EEUU estaba prohibido el matrimonio interracial. También influyó su padrastro, Lolo Soetoro, indonesio, que le enseñó a gestionar sus emociones como hacen los orientales. 

Con esta información, no me extrañó la anécdota que os voy a relatar y que poca gente conoce. Cuando el presidente George W. Bush, el 20 de enero de 2009, dejó la Casa Blanca y llegó a su rancho en Texas, dio un discurso a los invitados que allí le esperaban y en él dijo: "Hoy es un gran día porque un hombre bueno ha hecho el juramento". 

Eso lo dijo alguien que era de un partido contrario al de Obama y que le hizo el feo de no dejar a la nueva familia presidencial alojarse en la Casa Blair, una residencia de invitados que tiene la Casa Blanca, para que el presidente electo se aloje días antes de hacer su mudanza a su residencia oficial, si viene de fuera de Washington. Los Obama, que venían de Chicago, tuvieron que alojarse en un hotel, antes de ir a la Casa Blair, porque los Bush la tenían ocupada con invitados suyos. 

Mis expectativas

La tesis de mi libro sobre Barack Obama es que es un gran orador, creo que eso es innegable, pero además, que es una buena persona. Durante estos ocho años de mandato Obama he hecho muchas apariciones en medios de comunicación, presentaciones de mis libros -también he publicado uno sobre su esposa: "Palabra de Primera Dama. Michelle Obama", conferencias, alusiones a él como orador en mis cursos de hablar en público, y siempre por supuesto, porque es lo que siento dentro de mí, creyendo en su inteligencia emocional y en su calidad como persona. 

Debo confesar que ha habido ocasiones en las que yo misma me he preguntado: ¿Y si un día Obama me decepciona? ¿Y si le he puesto en un pedestal muy alto y de repente me encuentro que no se lo merece? ¿Y si surge un escándalo de corrupción o de cualquier otro tipo en el que se demuestra que Obama no es lo que he creído y defendido en público en múltiples ocasiones? 

Una de las cosas que he aprendido en estos ocho años de mandato de Obama es que el presidente de Estados Unidos no es "Superman". Se le echa en cara no haber realizado cosas que dijo que haría, como por ejemplo, el cierre de Guantánamo. De hecho fue la primera ley que firmó, al día siguiente de ser proclamado presidente. Cerrar esta prisión no ha sido posible ni para Obama. Tener al Senado y al Congreso en contra han hecho que no fuera posible, y a pesar de ello, solo quedan allí unas decenas de presos. En muchas ocasiones, durante estos ocho años, he pensado en los cabezazos contra la pared que el presidente se estaría dando por no poder conseguir llevar a cabo lo que había prometido. Igual que pensé, el día que anunciaron que le daban el Premio Nobel de la Paz, que él mismo pensaría: "¿A mí por qué? No me lo merezco". Porque estoy convencida de que él lo pensó así. 

Ahora, ocho años después, cuando Barack Obama se va de la Casa Blanca, sé la respuesta a la pregunta que encabeza este artículo: Obama no me ha decepcionado. En ocho años jamás ha tenido un mal gesto, no ha faltado el respeto a nadie, no ha tratado mal a nadie. Se le puede echar en cara lo que se quiera, pero su gestión de emociones es impecable. El presidente de Estados Unidos número 44 es una buena persona, lo va a seguir siendo siempre, y yo me siento muy orgullosa de ser la única autora en español que ha publicado un libro sobre él y otro sobre su esposa. Aposté por un ser humano que merecía la pena, y me alegro mucho. ¡Gracias Obama!

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