El psicólogo estadounidense Stanley Milgram realizó en la década de los 60 una serie de experimentos para descubrir hasta qué punto los seres humanos son capaces de obedecer órdenes por encima de sus valores. Convocó a estudiantes voluntarios a los que se les ocultó el verdadero motivo del experimento. La prueba requería a tres personas: El investigador (V), el voluntario requerido (L) y un cómplice (S) (que el voluntario creía que era como él).
El investigador les explica que el voluntario tiene que hacer una serie de preguntas al cómplice, quien está atado, y que si éste no las contesta correctamente recibirá descargas eléctricas por parte del voluntario, cada vez en mayor medida.
Lo impresionante del experimento es que el voluntario "real" le va dando descargas eléctricas cada vez más fuertes al cómplice del experimento (aunque en realidad éste sólo finge recibirlas, es un actor). Incluso cuando el cómplice suplica que quiere abandonar el experimento, el voluntario continúa haciéndolo porque así se lo está demandando el investigador. La terrible "moraleja" de esta historia real es que los seres humanos somos capaces de abandonar nuestros principios o valores, si hay una autoridad por encima que así lo exige. Así lo explica el autor en su libro "Obediencia a la autoridad".
Stanley Milgram llevó a cabo este experimento para tratar de entender cómo unos seres humanos podían hacer tanto daño a otros en los campos de concentración nazis. Y sus conclusiones nos sirven también hoy en día para explicar cómo es posible que cuando se produce un "acoso laboral", la mayoría de los trabajadores abandonan sus "valores" para apoyar al acosador "obedeciendo a la autoridad".
Igualmente está sucediendo con los crímenes cometidos por adolescentes, donde la "obediencia al grupo" es más importante que los "escasos valores" que sus padres les hayan podido imbuir. Basta con que uno de los "cabecillas" se decida a cometer una atrocidad para que los demás lo sigan. Estaría bien que tanto padres como educadores trabajaran este tema con sus hijos.
Sólo personas con fuertes valores son capaces de defender éstos frente a la "obediencia a la autoridad"; afortunadamente todavía sigue habiendo personas así. Imagen: cortesía de wikipedia.
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