Ayer regresaba de un vuelo nacional tras un día intenso y fructífero de trabajo. En el avión, coincidí sentada con una mujer que llevaba el "hijab". Era una fémina como yo en cuanto a la edad, y sin embargo, pensé: ¡qué dos mapas tan distintos debemos tener! Yo llegué sola y me senté en mi lugar. Ella con su marido quien, supongo que por razones de ocupación del avión, se sentó delante de ella. No era casualidad, pensé, que ante dos billetes de la misma letra pero en distinta fila, él se hubiera colocado en el de delante, dejándola a ella detrás.
Durante el vuelo, yo la miraba de soslayo, tímidamente. Vestía una camisa blanca larga, por debajo de la cintura, sobre unos pantalones negros y unos zapatos redondos y bajitos. En su pulsera lucía un reloj de oro, un objeto mucho más valioso que el mío en cuanto al precio. De mano, un bolso de "Prada" que parecía auténtico frente al mío sin marca, comprado por 10 euros en un mercadillo.
Traté de imaginar el tipo de vida que llevaba y no pude evitar comparar su mapa -ese que no es igual al territorio- con el mío. Ella, subyugada a la voluntad de un hombre; yo, libre para decidir estar con el mío. ¿Quién de las dos sería más feliz? ¿Yo con mi independencia y mi bolso barato o ella con su sumisión y sus artículos caros?
Me hubiera encantado hablar con ella, conocer sus inquietudes, sus pensamientos, sus anhelos. Pero un muro invisible nos separaba a pesar de que eran pocos los centímetros físicos que había entre ambas. Por supuesto, no me sentí capaz de juzgarla, ni a ella, ni a su vida. En mi fuero interno deseé que aquella mujer fuera tan feliz como lo soy yo, sintiéndome libre para decidir cada paso de mi destino.
Etiquetas: el mapa no es el territorio, libertad, mujeres
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